—Te doy medio minuto para que me expliques tu fracaso, gusano. ¿Qué ocurrió con el Médium? ¿Cómo fue que se desvanecieron treinta billones de dólares de entre tus dedos? —dijo el general Tanner. Luego desenfundó su pistola y apuntó en dirección a Antonio por debajo de la barra.
—El Médium. La última gran máquina. Por favor, Tanner; usted fue un hombre de ciencia, fue también amigo de Isaac. Sabe bien que explicar la historia me tomará más tiempo —respondió Antonio. Bebió el sorbo de whisky restante, y esperó a que el general tomara su decisión final.
—Caballeros, dos Macallan en las rocas. ¿Qué celebran hoy? —preguntó inoportunamente el camarero.
—Una despedida —gruñó el general con arrogancia. El camarero captó la indirecta y atendió a una mujer al otro extremo de la barra. —Mira, Antonio, no acostumbro tomar a prisa. Lo que me dure este trago, eso te queda de vida. Considéralo una cortesía por los viejos tiempos en la Universidad.
—Gracias, Tanner. Tiene usted un corazón de oro —dijo Antonio con sarcasmo.
La noche era cálida en el Barrio Amarillo. La terraza del “Baja 5” se iluminaba tenuemente con la luz de las estrellas. Los comensales bebían en silencio y degustaban plácidamente los deliciosos canapés del bar. Se trataba de la atracción principal del Jericó, el rascacielos más alto de la capital.
Sentado en un cómodo taburete, con la cabeza entre los hombros, Antonio tomó un segundo para hacer un recuento de los hechos, luego dio inicio a su historia, quizá la última que jamás contaría.
—Decidí esperarlo en este sitio, Tanner, porque fue en el Jericó donde comenzó todo este asunto; me parece apropiado terminar aquí de igual manera. Seguramente aún recuerda los bailes de caridad celebrados aquí año con año. Claro, hace no mucho la Universidad decidió trasladar la sede a un recinto más “apropiado”. Como sea, Isaac condenó la suerte de ambos justo en este lugar. Así es, el proyecto Médium comenzó a irse a la mierda en este mismo bar. Fue aquí donde se conocieron Isaac y Julia.
>>Debió verlo. El tipo daba pena. Su cuerpo empapado en sudor. Sus manos temblorosas. Las gafas cayéndosele del rostro. Isaac nunca había estado tan nervioso, ni siquiera en los exámenes de la Universidad. ¿Los recuerda, Tanner? ¿Recuerda aquellas sesiones maratónicas? Pues bueno; aquella noche, en el festival de invierno del Barrio Amarillo, el pobre Isaac decidió entablar conversación con nada menos que la estelar del ballet de la capital, con Julia, y ni siquiera la más cruenta de las pruebas académicas le hizo sufrir tanto.
>>Estaban justo ahí, donde está usted sentado. ¿Quiere saber qué dijo Isaac? No va a creerlo. El muy romántico llegó con una margarita en mano y señaló al cielo. Acto seguido, el hombre explicó que gran parte de las estrellas poblando el firmamento están muertas desde hace milenios. Dijo que la luz del cielo nocturno es tan solo el remanente de billones de estrellas, cuya materia se extinguió tiempo atrás. Después lanzó un discurso medio preparado sobre lo fugaz que es nuestro paso por el universo. Julia se sonrojó como una manzana aunque, probablemente, quizá ella tenía completo conocimiento de ese inútil dato.
>>Sea como fuere. Las palabras de Isaac dieron resultados, y los dos bailaron y conversaron por varios minutos. Yo, por mi parte, me limité a observarlos desde el otro extremo del bar, y no le miento, Tanner, aquella noche fui muy feliz. Nuestro buen amigo, el más raro y retraído de todos, el más brillante, el más sereno, el que no tenía otro amor más que el laboratorio, por fin sonriendo, al lado de una linda chica.
>>¿Quién lo diría, no es así, general? Un físico y una bailarina. ¿De qué tanto hablaban por las tardes? ¿Qué tenían realmente en común? ¿Cómo pasaban el tiempo juntos? ¿Por qué el destino había decidido unirlos así sin más? Esas y otras tantas preguntas poblaban mi mente mientras la relación florecía al inicio del siguiente año. Se lo digo, general; desde el festival de invierno, Isaac no tuvo ojos para nadie más. Y no solo eso, me atrevo a decir que el Médium progresó como nunca gracias a Julia. No sé cómo explicarlo, pero no hay duda; el hombre lucía completamente renovado, pleno, alegre, incluso un tanto extrovertido. Se lo digo, Tanner, inspirado por su musa, Isaac logró increíbles avances durante los siguientes años. Y los días viernes, en la terraza del Jericó, ambos se daban cita, semana tras semana, bajo las estrellas.
—Qué belleza. Pero agotas mi paciencia. Además te contradices, primero dijiste que en este sitio el Médium fue condenado al fracaso, ahora aseguras que la chica inspiró el genio inventivo de Isaac. Por suerte para ti, cretino, yo jamás desperdicio un buen Macallan. Continúa. —Tanner dio un pequeño sorbo a su vaso, con el ceño aún fruncido.
Antonio tragó saliva.
—Decía yo. Todo parecía ir de maravilla. Vi con mis propios ojos cómo el Médium superaba con éxito sus primeras pruebas. Usted debe recordar aquellos viejos informes, ¿cierto? Parecía que estábamos tan cerca. Fue entonces cuando Isaac llegó a mi oficina. El hombre mostró una timidez exagerada ante mi presencia. Se le veía cabizbajo. Entonces nuestro viejo amigo me presentó una solicitud sumamente peculiar. Verá usted, Isaac pidió mi permiso para formar una familia.
>>Días laborales de ocho horas, dos semanas de vacaciones al año, sábados y domingos libres para dedicarle tiempo a Julia y al niño que esperaban. Ya sabe. Lo normal para cualquier oficinista; pero no para nosotros, Tanner, no para los científicos de la Universidad. Ya imaginará usted mi reacción. El mejor miembro del equipo de física experimental, hablándome sobre reducir horas en medio del proyecto más importante de la historia, en el que el gobierno ha invertido una fortuna...
>>Por supuesto expresé mi inconformidad; le grité, lo sancioné, lo humillé. Condené su falta de compromiso hacia el Imperio. Él, a partir de entonces, se dedicó a romper el corazón de Julia poco a poco. No hubo más noches juntos en el Baja 5, se canceló la boda, perdieron al bebé, e Isaac entregó su alma entera al Médium. Sí. Fue ahí cuando desarrollamos el primer prototipo. Fue ahí cuando la teletransportación de materia casi se vuelve una realidad. La era más próspera del proyecto. La época en que Julia e Isaac finalmente se separaron.
>>Ambos continuaron su vida por cuenta propia. Jamás volvieron a hablarse. No obstante, aún después de haber terminado la relación, Julia seguía frecuentando el Baja 5, en el techo del Jericó, para mirar las estrellas muertas que alguna vez usó Isaac para conquistarla. No miento, mi viejo amigo, el camarero puede confirmar ese dato. A pesar de los constantes desprecios, a pesar de que su amado estaba entregado en cuerpo y alma a sus superiores, Julia venía aquí todos los viernes, en honor a la familia que nunca tuvo.
>>Años después, en el verano de 2094, ella falleció a causa de una severa y repentina enfermedad. Tras conocer la noticia, nuestro colega nunca fue el mismo. Me apena bastante reconocerlo, pero esa es la única versión que el mundo recordara de él. Errático, descuidado, impulsivo, ebrio. Incapaz de completar las más sencillas tareas por cuenta propia. Violento ante la menor provocación. Desde hace cuatro años, ese es Isaac ante los ojos de la Universidad. Lo confieso, Tanner, durante los últimos meses he sido una ridícula fachada, un hipócrita, un mentiroso cuando se trata de reportar los resultados del proyecto Médium. Y fui yo quien hice pedazos a Isaac. Fui yo quien borró por siempre su sonrisa. Yo, exigiendo a gritos el progreso de su comisión.
>>Ahora me pregunta: “¿dónde está Isaac? ¿Qué fue del prototipo? ¿Qué va a ocurrir con el proyecto Médium?” Como bien sabe, Isaac borró todos los documentos relacionados con su investigación antes de desaparecer de la faz de la Tierra; no obstante, creo tener una idea. Es apenas un indicio, un presentimiento, o quizá un deseo…
>>Bueno, resulta que no solo se desvanecieron los expedientes y el prototipo, sino también un mini-WEBB, el telescopio de bolsillo más potente que se ha desarrollado en la Universidad. Esa fue una de las pistas que me ayudaron a entender a donde había ido Isaac. También encontré estas coordenadas. ¿Recuerda todavía cómo leerlas Tanner?
Antonio extendió un trozo de papel. El general arrebató las coordenadas con brusquedad, y las miró fijamente durante un par de segundos. —¡Es un lugar en medio de la nada! —exclamó Tanner. —Isaac no duraría ni cinco minutos vivo en ese lugar. Es un planeta desierto. Es un suicidio ¿Por qué iría uno de los científicos más brillantes de la historia a morir a un lugar así?
Antonio bebió otro trago antes de responder.
—Es una pregunta que me he hecho por años. Pero creo tener la respuesta. Viendo las cosas en retrospectiva, Isaac nunca se perdonó el haber dejado a Julia por la Universidad. Nunca lo había visto tan feliz como cuando estaban juntos, ni tan triste como el día de su muerte. Entonces, yo creo que Isaac fue a ese rincón en medio de la nada, solo para apuntar su mini-WEBB en dirección al mismo edificio en el que estamos ahora.
—¿Nos está viendo ahora mismo? —preguntó Tanner, algo confundido.
—Por supuesto que no —respondió Antonio, levantando la vista al cielo. —Lo que él está viendo es la luz que ha estado viajando por el espacio durante cuatro años. Isaac viajó a ese lugar, sabiendo que moriría en pocos minutos, alejado de todo lo que alguna vez conoció, sólo para ver a Julia una última vez.
Hubo un silencio prolongado. Seis segundos se volvieron eternos.
El general por fin dijo:
—Sin duda, colega, el amor es una cosa extraña. Con el clima político actual, puedes estar seguro: ya enviaron a alguien para cazarnos… Me imagino que no importa quién jale del gatillo después de todo.
Tanner por fin guardó el arma en su bolsillo, pidió dos whiskys más, miró a los ojos a su viejo amigo por primera vez en toda la noche, y alzó su vaso en señal de brindis.
—¡Por Isaac!
Copyright © 2025 PLANETA MISTERIO - Todos los derechos reservados.
Usamos cookies para analizar el tráfico del sitio web y optimizar tu experiencia en el sitio. Al aceptar nuestro uso de cookies, tus datos se agruparán con los datos de todos los demás usuarios.